Orson Welles en Netflix: la antesala de «El Otro Lado del Viento»
El Festival de Cine de Venecia 2018 sirvió de escenario para el estreno de “The Other Side of the Wind”, una nueva película de Orson Welles. 33 años después de su muerte, el enfant terrible vuelve a dar de que hablar con un proyecto inconcluso, que filmó a inicios de los 70 y que en vida, nunca pudo completar. Alrededor de 100 horas de material en bruto permanecieron embodegadas durante casi 4 décadas, sin editarse, rehenes de la ambición y la lucha de poder entre dueños, financieros, conglomerados mediáticos y herederos. En su búsqueda de bona fides en el mundo de la cinefília, Netflix dedicó todos sus recursos a llevarlo a término. La película estará disponible a través de la plataforma de streaming a partir del 2 de noviembre para verlo. Mientras tanto, como ante sala, puede revisitar – o experimentar por primera vez, que nunca es tarde – dos películas del creador de “Ciudadano Kane” (1941).
Suspenso para las masas
“El Extraño” (1946) es un thriller típico de la posguerra. Welles dirige y protagoniza como un anti-héroe clásico: el profesor Charles Rankin es un alto mando nazi, que ha logrado infiltrarse en un enclave burgués del noreste de EEUU. Ejerce como profesor de historia en una exclusiva escuela de internado para los hijos de la clase privilegiada, y está a punto de casarse con Mary Longstreet (Loretta Young), quien no solo es una mujer de bien que lo ama – o ama la simulación que él ha creado-. También es la hija de un magistrado de la Corte Suprema de Justicia. Por matrimonio, el autor de la “solución final” encontrará una especie de coartada política que le garantizará impunidad de por vida. Al menos, eso es lo que él cree. Meineke (Konstantin Shayne), un viejo compañero de armas que ha escapado de prisión, aparece el peor día posible, con un mensaje apremiante. Rankin no sabe que detrás de él, viene el inspector Wilson (Edward G. Robinson), un implacable cazador de criminales de guerra.
A pesar de ser considerado un trabajo menor en la filmografía de Welles, es fascinante ver como aún en un producto convencional, el director marca los elementos de su estilo. Tome nota de los sinuosos movimientos de cámara que siguen a los personajes desplazándose en el espacio, convirtiendo al espectador en una especie de observador activo de los hechos. El foco a profundidad se luce a la hora de retratar los espacios, dándoles un palpable sentido de realidad – la acción se desarrolla en Nueva Inglaterra, pero todos los escenarios fueron recreados en un estudio de Hollywood. El guión aprovecha al máximo la dinámica de los crecientes obstáculos, pero mantiene el suspenso a costa de las motivaciones de los personajes. El personaje de Mary es el que más sufre, en ese sentido. En lugar de conservar en secreto la identidad de Rankin, el guión lo desenmascara ante su esposa a medio camino, emplazándola a transgredir sus principios para salvar al hombre que ama. Es una decisión narrativa audaz, pero pareciera que faltan escenas que justifican sus reacciones, dramatizando de alguna manera el poder de su conexión erótica con su esposo impostor.
Un repaso a la convulsa historia detrás de la producción del extraño confirma que sí faltan escenas. La productora International Pictures contrató a un editor que recortó unos 30 minutos de material, sin la autorización del director. Es el tipo de indignidad que Welles sufrió constantemente a lo largo de su carrera. Entre las escenas perdidas, se encuentra la conclusión de una secuencia centrada en la actriz nicaragüense Lilian Molieri. Su personaje no tiene nombre. Es una agente encubierta que sigue los pasos de Maineke en una ciudad portuaria, en un país hispanoparlante no determinado. Aún cuando el filme es delicioso, uno no puede dejar de preguntarse como habría sido si hubiera tenido derecho a corte final…y como habría influido en la carrera de Molieri.
La esencia del film noir
Por lo menos, la genialidad de “Sed de Mal” (1958) ha sido rescatada. Netflix ofrece la versión restaurada en 1998, usando las notas del director y escenas guardadas en una bóveda. El cambio más importante restaura la visión del director, y revierte una de las decisiones más miopes en la historia de Hollywood. Welles quería iniciar la película con una asombrosa, larga toma de tres minutos y 29 segundos de duración. La cámara muestra como alguien mete una bomba en la valijera de un convertible. Un hombre y una mujer suben al vehículo y recorren las calles nocturnas de una ciudad fronteriza de México. Se detienen en los cruces de calle cuando los policías dan vía a transeúntes y ganado. En una de esas encrucijadas, la atención se desvía una pareja: son el inspector Víctor Vargas (Charlton Heston) y su esposa, Susan (Janet Leigh), recién casados que regresan a su hotel. Volvemos a encontrar el fatídico automóvil en la cabina migratoria. Después de cumplir el trámite, el auto cruza a territorio estadounidense y explota. Es una de las secuencias mejor articuladas en la historia del cine, pero quedó deslucida cuando el estudio decidió imprimir sobre ella los créditos de la película. La restauración deja la película limpia ante nuestros ojos, y relega los títulos para el final, según los deseos del director.
“Sed de Mal” es una febril destilación de film noir, concentrando todo el poder estético del género. La cinematografía de alto contraste de Russell Metty le da un matiz de perdición a las cantinas, lupanares y hoteles de mala muerte que sirven de escenario a la intriga: el motivo del atentado y la identidad del autor se cruzan con la vendetta que el sindicato criminal de la familia Grandi quiere infligir en Vargas – Akim Tamiroff devora el escenario como el capo -. En el lado gringo de la frontera, Vargas chocará con los métodos corruptos del capitán de policía Hank Quinland (Welles). Las respuestas llegan, pero son menos importantes que la atmósfera, húmeda y sofocante. Cada escena destila la esencia de la corrupción, y la hace intoxicante y atractiva.
Algunos cambios culturales envejecen al filme. La perdición implícita en el consumo de marihuana ya no es tan chocante, desde que su uso recreativo y medicinal se ha legalizado en varios países. Charlton Heston y Marlene Dietrich interpretan a mexicanos, con maquillaje moreno oscureciéndoles la tez. Pero no deje que eso se interponga en su disfrute de la película. Ese despliegue de apropiación cultural era común en la época. En realidad, Welles era bastante progresista – entre sus más célebres producciones teatrales, se destaca un montaje de “Macbeth” con actores negros – . Vargas es un paradigma de eficiencia y rectitud. Su matrimonio interracial con Susan, caracterizada como una mujer fuerte y autosuficiente, se presenta sin apologías. Sus adversarios en la policía son condescendientes y racistas, confirmándonos donde residen las simpatías del director. El casting de Heston, apartando la calidad del actor, si queremos trascender al plano racial, tiene que ver con la viabilidad misma del proyecto. Si queremos ser literales, a finales de los 50, el único actor latino activo en Hollywood que podría haber encajado en el papel era Ricardo Montalván, y no existen reportes de que hubiera sido considerado para el papel.
Aunque Susan se define por su status matrimonial, la trama aleja insistentemente de su esposo, obligándola a enfrentarse a los avances de Vargas y sus secuaces. Janet Leigh es magnífica en su papel, dándole a Susan agencia personal, evitando que caiga en el estereotipo de la damisela en apuros.
La herencia del mal
La perspectiva que nos da el tiempo añade otro nivel de entretenimiento a la película. Es divertido identificar como, y a quienes, ha influido Welles. El tono exaltado, casi histérico de las interpretaciones de personajes secundarios – pandilleros, criminales y marginales – recuerda a David Lynch. En él también encontramos la dramatización de una confrontación entre el bien y el mal. La proeza de puesta en escena de la larga toma introductoria informa trabajos posteriores de Stanley Kubrick, Robert Altman y Brian De Palma. Pero no es el único momento que debería ser estudiado. Tome nota de dos escenas que tienen lugar en el apartamento de la hija del hombre que ha muerto en la explosión. Ambas, se desarrollan en una sola toma. La primera, dura 5´24. La segunda, 5´30. En cada una, la cámara observa como si fuera una persona más en el cuarto. Se mueve poco, mientras los personajes entran y salen del encuadre, cambiando así el punto focal de atención del espectador. La coreografía es tan intrincada como en la primera escena de la película, pero la limitación física del espacio y la cercanía del sujeto con la cámara imprimen una inquietante sensación de claustrofobia. Estamos ahí, atrapados con ellos. Los rostros sudorosos llenan la pantalla, delatando sentimientos y prejuicios internos. Son momentos teatrales y cinemáticos a la vez.
Es una lástima que Netflix no haya conseguido más películas de Welles para incluir en su catálogo – prueba de que la promesa de un futuro donde todo este disponible para streaming jamás se convertirá en realidad. Afortunadamente, en ningún momento de la historia ha sido más fácil acceder al cine de Welles. La colección Criterion tiene disponibles fantásticas ediciones de “Los Magníficos Ambersons”, “Campanadas de Medianoche”, “Othello” y “F de Falso”. “La Dama de Shanghai”, “Ciudadano Kane” y “Macbeth” son ofrecidas por otros distribuidores. Necesitará un reproductor de formato europeo para ver “El Juicio”, hasta ahora, sólo disponible en una edición de origen francés. Aunque puede ser oneroso, al menos es posible verlas. Y a partir del 2 de noviembre, podremos ver “El Otro Lado del Viento”. No estaba supuesto a pasar. Pero helo aquí.
- «El Extaño» (The Stranger) y «Sed de Mal» (Touch of Evil) están disponibles en Netflix