«An Old Fashioned Boy» en Pordenone 2021
«An Old Fashioned Boy» es mi primer descubriemiento en el Festival de Cine Mudo de Pordenone. Llego 39 años y dos días tarde al evento cumbre del cine silente, que se fundó en 1982. Desde entonces, esta provincia en el noreste de Italia se ha convertido en lugar de peregrinación para los amantes del cine.
Existe una emoción intensa y particular, en atestiguar como un arte nace y toma forma. Esta no debería de ser una provincia para los fanáticos. El afán de consumir lo nuevo nos priva de la riqueza del pasado. Cualquier prejuicio que pueda tener sobre el cine mudo se caerá, destrozado a pedazos, si logra ver suficientes películas.
Confieso que no he visto todas las que debería. No he visto todas las que quisiera. Pero nunca es tarde para ponerse al día. El espectador contemporáneo tendrá que abonar su complicidad, pero será recompensado con creces. Acompáñenme en este blog, donde compartiré mis impresiones sobre las películas que los sabios programadores del Festival ponen a disposición de la audiencia en línea. Y si quieren sumarse, bien pueden suscribirse. Los pases virtuales funcionan en cualquier lugar del mundo. Para más información, visiten la página oficial del Festival de Cine Mudo de Pordenone.
Presentando a Thomas Ince, productor de «An Old Fashioned Boy»
Esta comedia fue producida por Thomas Ince para los estudios Paramount, estrenada en 1920. La película llega al festival por cortesía del archivo fílmico de la Universidad de Los Ángeles, que digitalizó su copia de 16 mm. Ince fue uno de los productores más prolíficos de la época, y algunos lo consideran el padre del filme de vaquero. Lamentablemente, hoy día es más recordado por el escándalo que rodeo su muerte. Oficialmente, murió de un infarto durante un viaje de placer en un yate perteneciente al magnate de prensa, William Randolph Hearts. Los rumores sugieren que fue víctima colateral de un ataque de celos de Hearts en contra de su pareja, la actriz Marion Davis. El millonario perdió el control al creer que Charlie Chaplin y Marion tenían un affair frente a sus propias narices.
Si. El hombre que inspiró «Citizen Kane» tiene también este escándalo en su récord. Si quiere saber más sobre esta historia, Peter Bogdanovich dirigió una película sobre el caso. En «The Cat’s Meow» (2001), Cary Elwes interpreta a Ince, y Kirsten Dunsst a Marion Davies. Pero recuerde, ¡es ficción!
«An Old Fashioned Boy»: un muchacho chapado a la antigua
Pero estamos divagando…es lo que suele pasar cuando hay tanta historia asociada a una película. Es fácil perderse en tangentes fascinantes.
«An Old Fashioned Boy» es una comedia costumbrista. David Warrington (Charles Ray) es el titular muchacho chapado a la antigua. Esta enamorado de Betty Grey (Ethel Shannon), una joven moderna e independiente. David está listo para pedir su mano en matrimonio, y en un error de cálculo, planea sorprenderla con la casa de sus sueños. De los sueños de él, en realidad. En una charada elaborada, el mismo día que pide su mano, la lleva a la casa «de un amigo», para preguntarle su opinión sobre la decoración y los muebles. En realidad, es la casa que él mismo ha construido, con la intención de vivir ahí, con Betty, una vez que se hayan casado.
La joven se muestra ofendida ante la seguridad del pretendiente, que construyó una casa entera, sin dudar que ella podía responder negativamente a la propuesta. O siquiera pensar que ella podría tener sus propias opiniones sobre como y donde le gustaría vivir. Betty abandona intempestivamente el lugar, y el resto de la película se convierte en una comedia de enredos, mediante los cuales David trata de recuperar al amor de su vida. Además de los arrebatos de independencia, opera en su contra la presencia de Freddie (Hallan Colley), un vecino que va «jazzeando por la vida», según los informativos intertitulos.
El «problema social» del momento
El conflicto entre los enamorados cristaliza un fenómeno social del momento. Las expectativas tradicionales chocaban contra las aspiraciones de las mujeres jóvenes que empezaban a disfrutar más independencia, y aspiraban a algo más que ser una ama de casa tradicional.
La fuente de problemas en «An Old Fashioned Boy» es la moda de vivir en «hoteles de apartamentos». Esta nueva modalidad de alojamiento permitia que las labores domésticas fueran delegadas a empleados, de tal manera que las esposas no tenían que preocuparse por cocinar y limpiar. El inserto de una noticia en periódico nos informa que los hoteles de apartamento y los perros contribuyen al incremento de divorcios. El chiste sugiere que al tener un perro, las mujeres se desentienden de la «obligación» de procrear descendencia para su marido. Y si, además de expresar que prefería vivir en un apartamento, Betty va a todos lados con su perrito.
En el universo moral de la película, los hoteles de apartamentos son tan malos, que no permiten la entrada de niños. Tanto así descubrimos cuando Sybill (Grace Morse), amiga de David, deja a su cuido a sus tres niños. Después de una épica pelea con su esposo, se va a casa de su madre. Ella vive en un hotel de apartamentos donde no se admiten a los pequeños angelitos.
¡Que reaccionario!
O quizás no. El discurso de la película está decididamente del lado del protagonista, pero hay ciertas areas grises que matizan el argumento.
Sybill y su esposo Herbert (Wade Boteler) son amigos íntimos de David, y funcionan como un espejo que muestra el lado oscuro del matrimonio ideal. Él es irascible y caricaturescamente brusco. La pelea que los lleva a la intempestiva separación comienza cuando Sybill elogia el sombrero que Betty lleva. David comenta que ciertamente, no sería muy difícil para Herbert complacer a su esposa comprándole un sombrero de moda. Con eso basta para que a pareja se declare la guerra.
Si el matrimonio es un campo minado, la paternidad también lo es. David es cariñoso con los niños de Herbert y Sybill, pero su actitud cambia cuando la madre impone su presencia, depositándolos sin previo aviso en su casa ideal. Violet (Gloria Joy), Herbie (Frankie Lee) y un bebé sin nombre (Virginia Brown), son agentes de desorden y anarquía, que convierten el sueño doméstico del hombre en una pesadilla. El malogrado intento de cocinar melcocha para distraer a los niños se convierte en una extensa y efectiva secuencia de comedia física.
Al desbancar la supuesta perfección de los mitos domésticos en su desarrollo dramático, «An Old Fashioned Boy» admite que el ideal reaccionario que promueve esta lejos de ser perfecto.
¿Un final feliz?
Pero claro, al final, el orden debe ser restaurado. En un elaborado plan ejecutado con la complicidad del padre de Betty, David simula que los niños están enfermos de viruela, y que deben guardar cuarentena. La novia renuente es entrampada para cuidar de los niños. En tiempos de epidemia, el padre, por su profesión de médico, puede ordenarle quedarse ahí – la alusión a una epidemia es accidental, pero refuerza la identificación con el predicamento de los personajes.
Como buena comedia de enredos, las complicaciones escalan de tal manera que retan cada vez mas la manera en que el protagonista se ve a sí mismo y a su pareja. El final puede sentirse abrupto, pero quizás esta sensación se presenta por como han evolucionado las convenciones dramáticas. Vivimos en una era en que las películas símplemente no terminan nunca.
MVP: la bebé Virginia
Parte de la diversión de ver cine antiguo reside en descubrir como han cambiado las actitudes de la sociedad, sea en el curso de la trama o en la mecánica del cine. «An Old Fashioned Boy» puede ser alarmante para sensibilidades modernas, si observa cuidadosamente el tratamiento a la actriz infantil Virginia Brown. La bebé llora en todas y cada una de sus escenas. Casi que puede escucharla, aunque no existían micrófonos que registraran sus alaridos. Así de expresiva es su cara.
Dudo que en 1920 exisitieran protocolos sobre tratamiento de menores de edad en estudios de grabación. El abandono con que los actores se pasan al bebé, o lo depositan sin mayor ceremonia en camas y sofas puede ser alarmante. Y con el efecto de acumulación, termina siendo jocoso, de la misma manera que una comedia negra es jocosa. La incredulidad da paso a la risa incómoda. Es tan diferente a la actitud moderna. Hasta el rudo Clint Eastwood arriesgó el ridículo por usar un muñeco de plástico en escenas inocuas de «American Sniper» (2014).
Pero claro, la gente cree que el cine silente es más inocente que el contemporáneo. Otro de los prejuicios condescendientes que se van por la borda cuando uno realmente tiene chance de ver cine antiguo con ojos nuevos.