“EL VERDUGO” de Luis García Berlanga: ¡Todos al cadalso!

“EL VERDUGO” de Luis García Berlanga: ¡Todos al cadalso!

Mafredi, Penella e Isbert, alcanzados por los deberes de "El Verdugo"
Mafredi, Penella e Isbert, alcanzados por los deberes de «El Verdugo»

Luis García Berlanga fue, a la par de Luis Buñuel y Juan Antonio Bardem, una de las tres “B” que definían el cine español. Los tres cineastas que compartían inicial coincidieron en los 60s y 70s, imponiendo una tradición de calidad que sería complementada con Carlos Saura. Durante buena parte de sus vidas productivas, cada una de sus películas era un evento.

Aunque Buñuel y Bardem hacían, a su manera, gala de un perverso sentido del humor, Berlinga es el único que se especializaba en la comedia sin tapujos. Sus sátiras poniendo a todos los estratos de la sociedad española a caminar sobre carbones encendidos. Era un burlador de todo propósito, que no tomaba rehenes ni extendía inmunidad.“El verdugo” (1963) llega en plena madurez de su talento, y supone su segunda colaboración con el guionista Rafael Azcona, con quien llegaría a trabajar en seis ocasiones.

A diferencia de sus populosas comedias corales, como “Bienvenido, Mr. Marshall” (1953) y “Plácido” (1961). “El verdugo” se concentra en un sólo protagonista y inminente núcleo familiar. El joven enterrador José Luis (Nino Manfredi), conoce un buen día a Amadeo (José Isbert), un veterano verdugo. Al llevarle el maletín de herramientas que ha olvidado en su coche, conoce a Carmen (Emma Penella), su hija. El enamoramiento casual se convierte en compromiso, y José Luis se ve convertido en heredero por partido doble: no sólo se casará con Carmen, embarazada. También asumirá el cargo de verdugo que su suegro debe dejar vacante por llegar a la edad de retiro. Esto va en contra de sus vagos planes de ir a estudiar mecánica a Alemania. El problema está en que para acceder al apartamento del plan de vivienda estatal, el cabeza de familia debe trabajar para el estado.

La tensión cómica de la película viene del empeño de José Luis en resistirse a lo inexorable. Primero, deja que su suegro lo arrastre a través del engorroso proceso de aplicación. Después, sigue paso a paso las noticias, anticipando nerviosamente el crimen que llevará a un condenado a su debut con el garrote vil. José Luis es artífice de su propia desgracia, pues sucumbe ante los chantajes emocionales de Carmen y su suegro. Pero él mismo es débil, y tampoco ofrece ninguna opción para salvar la dignidad de su familia.

En el largo camino de Jose Luís, desde su fortuito encuentro con el verdugo hasta el momento en que toma su papel, Berlanga aprovecha para burlarse de todas las instituciones sociales que tienen vela en el entierro. Empecemos por la familia nuclear. Un cineasta menor habría pintado a Amadeo, Carmen y José Luis como almas sencillas, víctimas de un sistema perverso. Aunque la simpatía de berlinga reside con ellos, el cineasta no esta por encima de mostrar como ellos son, además de víctimas del sistema, engranajes del mismo, y agentes de su propia subyugación. Tome nota de como Carmen recurre constantemente a recordar el bienestar de su bebé, cada vez que José Luis intima la posibilidad de renunciar al puesto de verdugo, y por ende, al apartamento que constituye pasaje seguro de estos proletarios a la clase media.

Amadeo también es un maestro del chantaje emocional, y astuto navegador de la burocracia oficial. Tome nota de como conduce a José Luis a través del laberinto burocrático, garantizando su enrolamiento como empleado público. En una de las secuencias más divertidas de la película, le sonsaca una recomendación a un intelectual que ni siquiera los conoce, un escritor tratando de vender libros en una feria callejera. La iglesia, uno de los blancos favoritos de Berlanga, recibe lo propio en la hilarante secuencia del matrimonio. Los pobres se meten en la iglesia inmediatamente después de una boda de ricos, aprovechando las flores y los cirios de los acaudalados. Los sacerdotes no disimulan su molestia, y los despachan con una ceremonia relámpago, que tiene lugar mientras recogen la alfombra roja y apagan las velas. Es un inspirado repunte de comedia física, la pequeña corte nupcial se repliega en sus asientos gradualmente para mantenerse en la luz, mientras un monaguillo apaga las velas de los candelabros.

La boda de descuento: los monaguillos recogen la alfombra bajo los pies de la novia
La boda de descuento: los monaguillos recogen la alfombra bajo los pies de la novia

Prácticamente cada personaje, incluso los más marginales, son mezquinos y egoístas, listos para sacrificar a quien sea por su propio beneficio. Durante un día de campo familiar, en pleno cortejo, José Luis y Carmen bailan abrazados al ritmo de la música del radio de unos viajeros cercanos. Al darse cuenta, la pareja apaga el aparato y se marcha molesta, reprimiéndoles para que se busquen su propia música. La sociedad que Berlanga retrata vive en estado permanente de “sálvese quien pueda”.

La misantropía llega a su punto más álgido en el acto final. Finalmente, las cortes han condenado a muerte a un hombre en la islas Canarias. Hacia allá parte toda la familia, aprovechando la siniestra ocasión para tomar unas vacaciones. Jose Luís, blandiendo el poder de la negación, cree que un milagro de última hora lo salvara de su destino: un indulto, una enfermedad fulminante, lo que sea. Lo ineludible llega a pasar. En uno de los mejores y más crueles chistes visuales de la historia del cine, dos grupos de personas llevan por el patio de la cárcel a los protagonistas de la ejecución. Uno lleva al condenado, el otro al ejecutor renuente, virtualmente a rastras.

Dos al cadalso
Dos al cadalso

Cuando Jose Luís se reúne con su familia, van a bordo del ferry que los lleva de regreso a casa. Todos han perdido la inocencia, y no pueden verse a los ojos. Han descubierto hasta que punto pueden llegar  en el sistema clientelar del franquismo para asegurarse su comodidad. El sol del día cae sobre las aguas, pero un automóvil se apresura al muelle. Un grupo de burgueses vestidos de noche saltan a un yate y bailan una canción moderna. El ritmo de su tonada domina la banda sonora, dándole fin a esta devastadora crítica social, más vigente ahora que nunca.

«El Verdugo» se presento en el marco del Curso de Apreciación Cinematográfica del Centro Cultural de España, en la Universidad Centroamericana de Nicaragua. La próxima proyección, de «Vámonos con Pancho Villa» (Fernando de Fuentes, 1936) tendrá lugar el lunes 27 d julio, a las 3:00 pm, en el Auditorio Roberto Terán de la UCA. Entrada libre.

 

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