Para leer después de ver…»La Liga de La Justicia» (Zack Snyder, 2017)
La primera escena de “La Liga de la Justicia” es electrizante. Holt McCallany, el brillante actor que descolló en la serie “Mindhunter”, domina la pantalla. Su presencia es, trágicamente, efímera. McCallany interpreta a un criminal anónimo que Batman (Ben Affleck) quiere usar como carnada para atraer a un extraño mutante volador, desafortunadamente parecido a la polilla Arthur en la sátira “The Tick”. Si usted es un adulto que no tiene una inversión emocional en la competencia entre DC Comics y Marvel, su tiempo estará mejor servido viendo a McCallany en la serie creada por David Fincher para Netflix. Si está matriculado en las aventuras de los superhéroes, nada podrá detenerlo de ver esta película. No le resiento a nadie su diversión, pero si lamento que DC de un paso atrás después del acierto de “La Mujer Maravilla”.
Volvamos a la trama: los mutantes alados anticipan la llegada de Steppenwolf (Ciaran Hinds), un demonio milenario que quiere traer el infierno a la tierra. Ya una vez, siglos atrás, una alianza entre las amazonas, los atlantidanos y los humanos, había coartado sus esfuerzos, separándolo de las tres cajas de piedra que contienen la energía primaria del universo. Ante este escenario, resulta particularmente inconveniente que Súperman (Henry Cavill) haya muerto en “Batman versus Superman: Dawn of Justice” (Zack Snyder, 2016). Para compensar, Batman busca nuevos aliados: la Mujer Maravilla (Gal Gadot), Aquaman (Jason Momoa), al joven Flash (Ezra Miller) y el hombre-máquina Cyborg (Ray Fischer).
La dinámica particular de los “universos cinemáticos” impone demandas estrictas en el guión de Chris Terrio y Joss Whedon. “La Liga de la Justicia” debe funcionar en varios niveles: es una historia contenida en sí misma, pero también un capítulo más en una supra-narrativa que cruza varias películas, en franquicias paralelas. Debe servir como introducción de personajes nuevos, como Aquaman. Al igual que las dos películas de “Los Vengadores”, deben ceder los reflectores a cada personaje, por suficiente tiempo como para que se luzcan. Así, la mujer maravilla salva a un grupo de gente de una bomba de tiempo, Aquaman a un barco pesquero en una tormenta. En medio de tantos condicionamientos, es casi imposible genererar una narrativa que pueda satisfacer tantas necesidades dispares.
El drama fuera de los confines de “La Liga de la Justicia” es más interesante que la película misma. En casi una década, Marvel ha marcado la pauta del entretenimiento taquillero, definiendo el pulso de la cultura popular con varias franquicias que combinan el heroismo con humor desenfadado. En contraste, las películas de DC se presentan inflamadas de importancia, temblando bajo el peso de las mitologías que pretenden honrar. No siempre fue así.
En el 2008, DC Comics dominaba el juego gracias al director Christopher Nolan, a medio camino con su trilogía de Batman. Ese mismo año, Marvel estrenó dos películas. Una fue un fallido intento de lanzar una serie con Edward Norton haciendo de “El Increíble Hulk”. Pero la otra fue “Iron Man”, que en forma y estilo, sentó las bases de la estrategia que lo llevó a prevalecer sobre su competencia. En lugar de desarrollar una sola propiedad, llevaría varias narrativas en cursos paralelos. Y si una fallaba (monetariamente), no dudarían en descartar y reinventar. El “Hulk” de Norton nunca pasó de una sóla entrega. Aunque el director era Louis Leterrier, se reporta que Norton hizo uso de su influencia creativa, contractualmente cedida. Marvel no disfrutó del proceso, y lo dejó ir sin remordimientos. Cuando fue necesario revivir al personaje, se le concedió a otro actor, Mark Ruffalo. Su primera aparición fue en “The Avengers” (Joss Whedon, 2012), donde fue activado como arma secreta. Es el tercer Hulk en 14 años, si tomamos en cuenta al australiano Eric Bana, quien protagonizó la versión dirigida por Ang Lee en 2003.
Por diseño o necesidad, Marvel no ha dejado que un sólo director controle la suerte de sus propiedades. Lo más cerca que tiene a un “autor”, el el productor Kevin Feigue, quien supervisa y controla a un amplio grupo de directores de calibre mediano o talento emergente. No verá a un Spielberg en estas lides. Y si alguien como Edgar Wright no sigue la línea, puede separarse del proyecto por “diferencias creativas”, a como sucedió con “Ant Man” (Peyton Reed, 2015). Poco importó que llevara cuatro años desarrollando el proyecto, o que tuviera una base de fans de su trabajo que podría quedar alienada. En cambio DC se casa con sus directores. Una vez que Nolan completó su trilogía de Batman, reclutaron a Zack Snyder para comandar su “univeso cinemático”, re-iniciándolo con Superman en “Man of Steel” (2003). Para ese entonces, el vetereno de la publicidad tenía en su curriculum “300” (2006), una sangrienta adaptación de la novela gráfica de Frank Miller; y una ambiciosa pero fallida adaptación de la icónica “Watchmen”, de Alan Moore.
Atrás quedó su debut en pantalla grande, un eficiente re-make de “Dawn of the Dead”, secuela de George Romero a su incónica “Night of the Living Dead” (1968) – ¿entendieron eso? Yo sé, es confuso -. “300” es particularmente sangrienta, amorosamente aplicando cámara lenta a miembros cercenados volando por el aire y chorror de sangre. Las dos películas son explícitas en sus despliegues de violencia. Son significadores que se asocian con un primitivo concepto de “madurez”, así como la representación gráfica del sexo y la objetificación de la mujer. Pero en el ámbito de un Superman para todo público, Snyder tendría que ajustar sus instintos al rango de público PG-13, santo grial de los estudios que apuntan a reclutar a multitudes de menores de edad en el primer fin de semana de estreno. Bajo la sangre y el sexo, pero no la violencia. Los “súperpoderes” de Superman le dieron carta blanca para escenificar secuencias de acción exageradas y abrumadoras. La taquilla ha sido suficiente como para mantener el proyecto a flote, especialmente contando los ingresos foráneos al mercado de Estados Unidos. Pero en términos de definir el discurso de la cultura popular, no puede alcanzar a Marvel.
La reciente “Mujer Maravilla” (Patty Jenkins, 2017) aligeró el peso. Reclutar a una directora mujer alivió la problemática “mirada masculina” implícita al género. También permitió que DC se viera más progresista que Marvel, quien ha arrastrado los pies con desarrollar una franquicia con un personaje femenino titular – una película de “Black Widow” con Scarlett Johansson nunca llegó de materializarse. Pero la jugadora más valiosa de “Wonder Woman” fue la actriz Gal Gadot. Ahora, ella carga sobre sus hombros el peso de “La Liga de la Justicia”. Hay algo “marvelizado” en el humor que se inyecta en los diálogos. Échenle la culpa a Joss Whedon. El creador de la estimada serie de TV “Buffy la Cazavampiros”, tácita influencia creativa sobre el “Marvel MCU” fue reclutado para escribir y dirigir “Avengers”. Ahora, se cruza a la acera de enfrente. Su rol de guionista se expandió cuando Snyder debió abandonar el proyecto en postproducción, por una tragedia familiar – su hija adolescente se quitó la vida -. Whedon dirigió algunas escenas extras y supervisó el corte final del filme.
El toque de Whedon choca con el tono ceremonioso de DC. El humor se siente repetitivo y poco natural. Flash (Ezra Miller) es designado como alivio cómico. Su entusiasmo juvenil debe contrastar con la sobriedad de Batman. Sin embargo, el actor se ve demasiado maduro para el estado de adolescencia que debe invocar. Cada una de sus reacciones supone una especie de comentario cómico que menoscaba la seriedad del momento. Por si eso no bastara, Aquaman también debe bajarle las ínfulas a Batman. Jason Momoa, mejor conocido como Kal Drogo en la serie de HBO “Juego de Tronos” le saca el mayor partido a los dichos casi monosilábicos que le asignan – “ My man!” -, pero no terminan de darle una personalidad distintiva en el puñado de escenas que funcionan como su introducción en este universo. En esta familia accidental, la Mujer Maravilla se convierte en una especie de madre, la única adulta en el cuarto. El Batman de Ben Affleck se presenta como el “papá” vagamente desconcertado.
Hay otros intentos de imitar la fórmula Marvel aún más burdos. En una de las escenas extras, a mitad de los créditos finales, Flash reta a Súperman a una carrera, y el perdedor debe invitar a un “brunch” al grupo. Es como si le hubieran pedido a Whedon que produjera una versión del “stinger” de “The Avengers” (2014), en el cual los súperamigos comian silenciosamente unos shawarmas. Si Marvel humanizó a sus súpers con una referencia gastronómica, ¡nosotros también podemos hacerlo!
Humanizar es una nueva estrategia para DC, que siempre ha favorecido la hipérbole. El villano quiere convertir la tierra en un infierno, pero es letalmente aburrido. La personalidad del brillante actor Ciaran Hinds se pierde entre la animación digital. Es el desperdicio más oprobioso de un buen actor en una película de superhéroes, desde que Bryan Singer dejó irreconocible a Oscar Isacc como el villano En Sabah Nur en “X-Men: Apocalypse” (Bryan Singer, 2007) La intrincada mitología es simplificada cuando conviene. Por ejemplo, Steppenwolf recupera las primeras dos cajas en batallas de alcance épico. La ubicación de la tercera caja se siembra como un misterio, pero al final, su recuperación ocurre fuera de cámara, explicada con una línea de diálogo descartable. Hay mucho que hacer, y poco tiempo. Aún cuando tratan de invocar emoción genuina, el resultado es poco convincente. Tome nota de la incómoda escena que trata de unir en su duelo a Louis Lane (Amy Adams) y Matha Clarka (Diane Lane), novia y esposa del difunto Súperman. Dos actrices prodigiosas son desperdiciadas en una conversación que debería ser conmovedora, pero que solo se registra como una distracción.
Para bien y para mal, DC Comics ha confiado el desarrollo de sus películas a Zack Snyder. El veterano de la publicidad trata de convertir cada momento en un gran gesto. Tome nota de como abusa de la cámara lenta. Escena de por medio, pareciera que los personajes están posando para un afiche. Como el creativo que tiene que vender un producto en 30 segundos, Snyder inflama de importancia cada momento, aún cuando el desarrollo dramático no pueda sostener el peso de la imágen. En contraste, Marvel normaliza a sus íconos, aterrizándolos con ironía en una realidad más o menos reconocible. Es mala suerte que “La Liga de la Justicia” se estrenara apenas semanas después de “Thor: Ragnarok”, en la cual el director neozelandez Taika Waititi rescatara de un golpe la franquicia más floja de Marvel, convirtiéndola en una comedia sin apologías. No podemos evitar comparar, y en la comparación, “La Liga…” sufre.
Desde la orgía de pantalla verde de “300”, Snyder no ha dudado en abusar de la manipulación digital. Me atrevería a decir que jamás han sido más evidentes. A los espectadores que han crecido con los videojuegos como parte importante de su dieta mediática, puede no molestarla la artificialidad en el acabado de la imagen. Para mí, es una distracción mayor. Tome nota de la apariencia de Henry Cavill en una secuencia de acción escenificada en el monumento en homenaje a Superman, y compárelo con la escena inmediata, en la cual lo vemos en la granja de sus padres. Pasa de digital a orgánico en un segundo. Un maniquí animado de repente se convierte en hombre de carne y hueso. Una anécdota apócrifa ilustra el problema: un “close up” particularmente plastificado parece ser producto de un duelo de abogados. Cuando el actor fue llamado a re-filmar escenas, ya estaba filmando sus escenas en “Misión Imposible 6”, donde aparece con su barba natural. El estudio Paramount le dió algunos días de vacaciones para no dejar a Warner colgado de la brocha, pero no le dió permiso de afeitarse. Los productores tuvieron que borrar la barba y restablecer la piel con computadores.
DC / Warner parece tener todo en su contra. Con un presupuesto de 300 millones de dólares, la taquilla ha sido modesta. Abrió en primer lugar, pero en la segunda semana fue desbancada por el filme animado “Coco” de Pixar. Mal presagio para un producto eminentemente comercial, que compite con una compañía que ha logrado convertir sus anuncios corporativos en eventos populares. En octubre del 2017, Feige anunció que con “Vengadores 4”, ha estrenarse en mayo 2019, Marvel cerrará su la “fase tres” de su “universo cinemático”, completando la “gran historia” que ha tomado 22 películas en desarrollar. Quizás para ese entonces, DC podrá aspirar a dominar el juego.