TELEVISIÓN: «DOWNTON ABBEY»

TELEVISIÓN: «DOWNTON ABBEY»

Solo parece que huele a naftalina: "Downton Abbey"
Solo parece que huele a naftalina: las multitudes que contiene el drama de «Downton Abbey»

Estoy atrapado en los opulentos salones y sofocantes pasillos de “Downton Abbey”. Tres temporadas de la serie televisiva británica están disponibles en Netflix Latino, y son de momento mi veneno favorito. Soy víctima del binge watching, enfermedad típica del hiper conectado siglo XXI. Simplemente no-puedo-dejar-de-verla. Creada por Julian Fellows, es inevitable conectarla con “Gosford Park”, el guión original llevado a la pantalla por Robert Altman en el 2001. La acción se desarrollaba en una casa de campo señorial de la Inglaterra de 1932. Un misterioso asesinato conmocionaba a dos mundos que coexisten y se cruzan: el de los aristócratas vegetando entre oropeles, y el de los sirvientes deslomándose por atenderlos. El escenario recordaba a la legendaria “Las Reglas del Juego” (Jean Renoir, 1939) y la trama era pura novela de Agatha Christie. Altman, escéptico pero generoso, convierte el filme en un retrato coral que cristaliza el salvajismo del férreo sistema de castas sociales de la época. “Tengo que cantar por mi cena”, dice Jeremy Northam, interpretando a un personaje real, la estrella de cine Ivor Novello. En la prensa rosa puede ser rey, pero a la par de un noble de verdad, es un plebeyo más.

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“Downton Abbey” observa la vida en la casa señorial de Lord Crawley (Hugh Boneville), Earl de Grantham, quien al no tener hijos varones, necesita casar a su hija mayor, Lady Mary (Michelle Dockery), con un heredero del título familiar para no perder la fortuna de la familia. Quiere la suerte que el prometido fallezca en el hundimiento del Titanic, abriendo una genuina caja de Pandora. Así aparecer en el horizonte un primo lejano, Matthew Crawley (Dan Stevens), visto de menos por la Condesa heredera Violet (Maggie Smith) porque ejerce la plebeya profesión de abogado. En este mundo, trabajar para vivir es cosa de sirvientes. Pero en la serie de TV el staff es tan importante como los señores. Sus dramas personales comparten tiempo y consideración, en un especie de democracia narrativa que delata la sensibilidad moderna de sus creadores.

Lejos del rigor ideológico de Altman, la serie ofrece una visión romántica de la época. ¡Los nobles son gente con sentimientos!¡Y los sirvientes también! Si anda buscando una denuncia marxista de un sistema que ya no existe, esta viendo el canal equivocado. “Downton Abbey” reparte sus simpatías a lo largo de las divisiones sociales. Hay ángeles y villanos en todos los estratos. Véase en el ejército doméstico la bondad martirizada de la pareja conformada por la mucama Anna (Joanne Froggat) y el valet Bates (Brendan Coyle), veterano de guerra cuya introducción en la mansión sirve de hilo conductor para la primera temporada. Los proletarios “malos” son Sra. O’Brien (Siobahn Finnerman) y su protegido, el valet Thomas (Rob James-Collier). Ambos visten de negro riguroso, como cuervos.

La Condesa Violet Crawley (Maggie Smith): "Mi sirvienta renunció para casarse. ¿Como puede ser tan egoísta?"
La Condesa Violet Crawley (Maggie Smith): «Mi sirvienta renunció para casarse. ¿Como puede ser tan egoísta?»

“Gosford park” y Downton Abbey” comparten en su reparto la presencia de Maggie Smith. No he visto la película de Altman desde el 2001, pero creo que en ambos productos, su personaje ofrece una función similar. La veterana actriz interpreta a una anciana que, protegida por el privilegio de su posición y su avanzada edad, se da el lujo de despachar devastadores bon mots a cualquier personaje que se atreva a retarla, o a simplemente invadir su campo visual. Ella es certero alivio cómico, una reliquia del pasado que sorprende con sus opiniones, sea por lo anticuado de su visión, o por sorpresivo pragmatismo. “La aristocracia no ha sobrevivido hasta ahora siendo inflexible”, dice ante una crisis particular en la segunda temporada. Smith es simplemente deliciosa, y cada vez que aparece en pantalla, uno no puede más que anticipar con placer el veneno que saldrá despedido entre sus refinadas palabras.

Pedir sutileza a una serie que debe barajar las vicisitudes de unos 20 personajes recurrentes es ingenuo. Pero “Downton…” funciona por la manera en que dramatiza la tensión entre el implacable paso de la historia y el impulso estático del orden social. La mayoría está cómoda en sus papeles, pero fuerzas fuera de su control los obligan a cambiar. Véase el incidente – fuera de cámara – que sirve de detonante en el primer episodio: el aciago destino del heredero, prometido de Lady Mary, a bordo del transatlántico herido de muerte por un iceberg. Factores como tecnología y política giran las tuercas. La Condesa Violet lamenta la incursión de la luz eléctrica; la entrada de Inglaterra en la I Guerra Mundial cierra la primera temporada en una nota sombría. Con la quinta temporada presentándose actualmente en EEUU, anticipo con resquemor lo que la II Guerra Mundial le hará a los personajes.

Dele play al clip de arriba. Es la secuencia de créditos, de unos 30 segundos. Es una pequeña prueba de la fastidiosa atención a la recreación de detalles físicos, convenciones sociales y conductas de la época. De la misma manera que “Mad Men” nos lleva a los Estados Unidos de finales de los 50s y más adelante, “Downton Abbey” nos sumerge en la Inglaterra de principios de siglo XX. El celo puede confundirse con nostalgia por el pasado. La reproducción de conducta francamente misógina en “Mad Men” fue interpretada como añoranza por una época en que “los hombres eran hombres”. Eso habla más de la persona que hace la lectura, que de las intenciones de los creadores. La representación de una conducta, o de un sistema, no significa automáticamente aprobación. De la misma manera, algunos pueden registrar en “Downton Abbey” un anhelo por volver al tiempo de los grandes señores, magnánimas figuras paternales que gobiernan con guantes de seda a los plebeyos sirvientes, ignorantes o infantilizados, que simplemente no podrían valerse por si mismo.

No creo que la serie sea culpable de eso. Su atención a la época sirve para crear una experiencia absorvente. Su mirada es mas antropológica que ideológica, y es bastante franca a la hora de dramatizar la crueldad del sistema, particularmente en lo que se refiere a los límites que impone sobre las mujeres. Los Crawley son víctimas del sistema, también. Tome nota de como la muerte del heredero amenaza con dejarlos en la calle, porque las leyes de sucesión sostienen que una mujer no puede heredar títulos. Por su condición de mujer, Lady Mary debe casarse con un hombre de su mismo linaje si quiere preservar la propiedad en la familia. Peor aún, al casarse Lord Crawley con la heredera norteamericana Cora (Elizabeth McGovern), la fortuna de ella ha sido absorbida en el patrimonio, y también desaparecerá de sus manos. Si, los ricos también lloran. Pero sería bastante inocente esperar una aguda crítica social en una producción como esta. Es escapismo de lujo.

Si a algo me recuerda el tono, el acabado y el espíritu de “Downton Abbey”, es a las telenovelas brasileñas de época, plato fuerte de nuestra dieta televisiva en los 80s y 90s, antes que el cable atomizara nuestros intereses. Bellamente producida, sobriamente actuada e irresistible a la vista. ¿Se imaginan si hubiera sido posible ver más de un capítulo al día de “La Esclava Isaura” o “La Niña Moza”? Sólo denle play. Ustedes saben que quieren hacerlo.

* “Downton Abbey” es producido en Inglaterra por ITV desde el año 2011. Hasta la fecha, se han producido 5 temporadas. Ha ganado el Globo de Oro a Mejor Serie Dramática (2011); 11 premios Emmy incluyendo Mejor Miniserie (2011); el premio al Mejor Reparto de Serie Dramática del Sindicato de Actores de EEUU (2013). Las primeras tres temporadas están disponibles en Netflix Latinoamérica. En Estados Unidos, la serie se transmite por PBS, y temporadas anteriores por Amazon Prime.

3 comentarios en «TELEVISIÓN: «DOWNTON ABBEY»»

  1. En algún momento tuve la intención de verla por la chorrera de premios que ha ganado pero confieso que me daba perecita. No fue hasta que oí tu recomendación en el podcast que decidí entrarle. Vamos por la mitad de 4ta y la verdad nos tiene pegados, es un culebrón con muchos estilo.

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