«Fool’s Paradise» en Pordenone 2021
Tras la comedia costumbrista de «An Old Fashioned Boy», el Festival de Cine Silente de Pordenone ofreció «Fool’s Paradise», un melodrama romántico de escala épica. No estaba listo para su magnificencia.
Cecil B. DeMille fuera de la biblia
Si como yo, usted creció en un país Latinoamericano en los 80 – Nicaragua, en mi caso – existe un buen chance de que asocie el nombre de Cecil B. De Mille con las épicas bíblicas de; Hollywood d mitad de siglo. «The Ten Commandments» (1956) y «Samson & Delilah» (1949) eran retransmitidas eternamente en la programación especial de TV en vacaciones de Semana Santa. También podían aparecer en cualquier día del año, en los matinées del cine de tu vecindario.
El tamaño de la película sugería de DeMille era importante. Y su aparición en «Sunset Boulevard» (Billy Wilder, 1950) termina de sellar su leyenda en mi mente infantil. DeMille se interpreta a sí mismo. Es un director de cine trabajando en Hollywood, que se ve confrontado un buen día por Norma Desmond (Gloria Swanson), veterana estrella que ha sucumbido ante el paso del tiempo y la locura. Quiere volver a brillar, reclutarlo para que dirija un proyecto imposible que ella quiere armar para orquestar su regreso a la pantalla. DeMille es amable con ella, pero ya Hollywood la descartó. «¡Estoy lista para mi Close-up, Sr. DeMille!» dice perdida en su propia leyenda, confrontando las cámaras de la prensa sensacionalista.
«Fool’s Paradise»: el paraíso de los tontos
¡Vaya que DeMille era importante!…pero no necesariamente por sus épicas piadosas y su política ultraconservadora – fue uno de los que apoyaron la cacería de brujas promovidas por el senador Joseph McCarthy -. En realidad, «Los 10 Mandamientos» era un trabajo crepuscular, literalmente la última película de 90 que dirigió, en una carrera de casi 5 décadas.
El Festival de Cine Silente de Pordenone ha incluido en su programación «Fool’s Paradise» (1921), en afán de ilustrar el trabajo de mujeres guionistas. En este caso, Sada Cowan y Beaulah Marie Dix adaptan una novela de Leonard Merrick. Exponerse en el proceso al genial sentido dramático de DeMille es un beneficio añadido. La película se distribuyó en territorios hispanoparlantes como «El Paraiso de un Iluso».
Prepárese para sorprenderse. La película está más cerca de una telenovela rocambolesca que de una piadosa dramatización de los evangelios, pero tiene el mismo sentido para crear espectáculo.
Cuadrado amoroso en el Paraiso de Tontos
Un triángulo amoroso sería demasiado fácil. El héroe putativo es Arthur Phepls (Conrad Nigel), un veterano de la I Guerra Mundial que casi pierde la vista en combate. Recuperándose en hospital de campaña en Francia, se enamora de la célebre bailarina Rosa Duchene (Mildred Harris), quien visita caritativamente a los heridos. Arthur tiene temperamento romántico. Sueña con ser poeta. Años después, insiste en escribir versos eternamente rechazados por las editoriales, mientras busca fortuna en los pozos de petróleo del sur de Estados Unidos. Vive en la indigencia en El Paso, Texas, cuando la suerte quiere que Duchene pase en gira internacional.
Deslumbrado por la celebridad, nuestro héroe no se da cuenta que el amor verdadero está cerca. Poll Patchouli (Dorothy Dalton) es una cabaretera con el corazón de oro. Una buena noche, Arthur le ayuda a evadir a unos bandidos. Con eso basta, la suerte esta echada para los dos. Pero no será fácil. El cuadrado de amores no correspondidos se completa con el tabernero mafiosillo Roderiguez (John Kosloff) -, quien profesa su devoción por Poll hasta extremos violentos. Tomen nota, «Roderiguez» no es un error de digitación de mi parte. La apropiación de palabras españolas al inglés suele neutralizar sonidos difíciles de producir para los anglo parlantes, como las erres fuertes. Es la misma razón por la cual «bandido» suena como «bandito».
¡La trama se complica!
Suena como mucha trama, y lo es…pero apenas estamos en los primeros minutos. La película tiene suficientes giros y sorpresas como para alimentar una telenovela de 200 capítulos de una hora cada uno, y apenas dura 1 hora y 40 minutos. En sus febriles arrebatos puede identificar descendientes mas sofisticados, como el melodrama almodovariano.
La obra se desarrolla en un teatro provisto con una pista de hielo para patinar, escenarios y vestuario barroco, efectos especiales que simulan el vuelo de la reina y su amante hacia su castillo de hielo y la aparición de un oso negro, vivo y coleando, interactuando con los actores. Lo siento por Charlton Heston. Partir el Mar Rojo esta muy bien, pero esto es definitivamente más divertido.
Sentido de espectáculo
El sentido del espectáculo, evidente incluso para los niños que conocimos a DeMille a través de «Los 10 Mandamientos», ya estaba bien desarrollado treinta años antes. Numerosas escenas incluyen a decenas de actores y extras. Las calles de El Paso, teatros, bares y cantinas pululan con una multitud de seres humanos de carne y hueso, sugiriendo un mundo de historias alrededor de la trama principal. La locura de la trama contrasta con el afán de afincarla en el mundo real. Por eso, DeMille se molesta en retratar con dos cariñosas tomas a una mujer que llena de tabaco su pipa cerca de Arthur. No es importante para la trama, pero este mundo es más grande que los protagonistas.
Lo popular escala a lo sublime, con la exuberancia expresiva de DeMille. Uno de los giros mas absurdos de la trama da paso a un momento de belleza terrible. Despechada por el rechazo de Arthur, Poll le regala un puro explosivo. Es una broma inocente, con consecuencias trágicas. En las afueras del teatro, antes de la función, Arthur se reencuentra con Rosa. Para celebrar, enciende el puro, que al explotar en su cara, le roba lo que le queda de visión.
El momento es evocado visualmente con la disolvencia de la imagen de una garra animal sobre una toma de perfil en 3/4 de Arthur, a la altura de sus ojos. Es tan hermoso y terrible, que tiene que verlo para creerlo. Le hará lamentas como la disolvencia como recurso expresivo ha caído en desuso en el cine contemporáneo.
Exotismo estilo Holywood
Los embates románticos nos llevan algún lugar de Francia hasta El Paso, a través del mundo mágico de la Reina de la Nievas y finalmente culminando en Siam. Por razones que solo tienen sentido cuando se ve la película, el desenlace tiene lugar en la Tailandia de antaño, donde Arthur disputa la atención de su amado con un legítimo príncipe, en un desafío que involucra un foso lleno de cocodrilos hambrientos. Porque ciertamente, un oso vivo no fue locura suficiente.
El afán por lo exótico que le permitiría reconstruir ideallizadas recreaciones de estampas bíblicas estuvo presente desde el principio. Es curioso ver cómo la condescendencia colonialista se matiza con el paso del tiempo y la evolución de la consciencia. En su gira internacional, Rosa Duchene decide quedarse una temporada en Siam, para estudiar las danzas tradicionales. ¡Es una pionera de la apropiación cultural! Quizás el concepto no figuraba en el radar ético de la época, pero ciertamente, para nosotros, anticipa el giro perverso que el personaje adopta en la recta final.
Fool’s Paradise (US 1921) by Cecil B. DeMille
Credit: AMPAS, Margaret Herrick Library, Los Angeles
¿Es «Fool’s Paradise» racista?
El racismo de la época es ineludible. Los principales personajes étnicos – entiéndase, los que no son blancos – son interpretados por actores blancos. Probablemente todos los mexicanos de tez oscura también lo sean, maquillados para la ocasión. Theodore Kosloff interpreta a Roderiguez. Su lugarteniente Manuel es Clarence Burton. El príncipe siamés Talaat-Ni ese John Davidson.
Por muy ofensivo que pueda ser, no debe alejarnos de la exposición a este tipo de representación. Engavetar los productos culturales ofensivos es una manera de negar su existencia, y eso contribuye a dejar que las peores conductas que registran se repitan y perduren. Podemos apreciar las virtudes de «Fools’ Paradise» al mismo tiempo que tomamos medida de cómo esta informada por la ignorancia y los prejuicios de su tiempo.
¿Y donde está «Fool’s Paradise»?
Para mí, es fascinante descubrir cómo convenciones dramáticas que apreciamos en productor contemporáneos tiene un siglo de existir. Perduran porque son efectivas. La acumulación de giros sorpresivos en «Fool’s Paradise» quita el aliento. ¿Cuántos espectadores contemporáneos podrían disfrutar de este material, si tan solo lograran superar las barreras del gusto y lo familiar?
La verdad, no hay ajustar mucho la sensibilidad. La película es hermosa, y violentamente entretenida. Cualquier prejuicio que alguien tenga sobre la actuación silente, se cae a pedazos ante el trabajo de Dorothy Dalton, como la atribulada Poll. Es una pena que la ventana de acceso del Festival de Pordenone sea tan breve. Espero pronto se edite un Blu Ray de esta restauración de la Librería del Congreso de Estados Unidos. La próxima vez que quiera convencer a alguna amista sobre cuan entretenido y maravilloso puede ser el cine silente, quisiera poder ponerle esta película.